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Transformistas chilenos bajo la carpa de la libertad

2015-05-19 1 Dailymotion

Santiago de Chile, 19 may (EFE).- (Imagen: José Miguel Caviedes) Todas las noches, desde hace casi 40 años, ocho artistas se suben al escenario del circo de transformistas más antiguo de América Latina: el circo Timoteo, bastión de libertad y tolerancia en el que el humor y la parodia ganan el pulso a la estigmatización de la pulcra sociedad chilena.



Mientras los últimos rayos de luz se apagan tras la carpa del circo de transformistas Timoteo, Luis Martínez empieza a colocarse sus chispeantes pestañas postizas. Al salir de la diminuta caravana ya es noche cerrada en Santiago y él, una persona distinta.



Luis forma parte de un elenco de ocho artistas que todas las noches, desde hace casi 40 años, sube al escenario del circo de transformistas Timoteo, el más antiguo de América Latina.



"Nosotros fuimos los primeros en abrir las puertas de la homosexualidad y el transformismo en Chile", dice el artista mientras da el último retoque a su maquillaje de set televisivo y se pone los zapatos de cenicienta que lo convierten en Yajaira Martínez, el personaje femenino que lleva representando desde hace más de tres décadas.



La larga cola de público heterogéneo que un frío y ocre viernes de otoño espera ansioso fuera de la carpa del circo, es una muestra de la popularidad y la aceptación que reciben estas glamurosas 'reinas' del espectáculo en Chile, uno de los países más conservadores del continente.



El circo Timoteo fue, y todavía sigue siendo, un refugio de formas de vida diversas en un país que no aprobó el divorcio hasta el año 2004 y que hasta ahora no contaba con ningún tipo de reconocimiento para las parejas del mismo sexo.



COMO UNA GRAN FAMILIA.



Este colectivo "proscrito", que encontró su nicho de popularidad entre los desgreñados y bohemios cerros de Valparaíso, dio con la clave del éxito una noche de espectáculo al intentar solucionar un contratiempo.



"Ese día, cuando en el circo aún no había transformistas, faltó una bailarina y convencimos a un joven bonito para que se pusiera su vestido y saltara al escenario. Fue un éxito total. En ese momento se nos alumbró la bombilla", explica el cómico René Valdés, más conocido por Timoteo, alma y artífice del espectáculo que hoy lleva su nombre.



Desde entonces, el circo que levantó sus primeros espectáculos con las manos y los pies en el barro, bajo una carpa hecha de harapos, encendió las populares noches chilenas con sus plumas y fantasías de leopardo.



Poco a poco, con mucho orgullo y más esfuerzo, fueron ampliando la carpa y la familia, que ahora está integrada por 25 trabajadores, unos cuantos niños, tres camiones y distintas caravanas.



"Somos como un pequeño pueblo nómada, un oasis dentro de la sociedad", explica Enrique Serrano mientras retoca los vestidos de lentejuelas que él y sus compañeros lucirán por la noche.



"Aquí nos repartimos las tareas -dice el transformista-, hay uno que cocina para