La longitud de Planck (ℓP) u hodón (término acuñado en 1926 por Robert Lévi) es la distancia o escala de longitud por debajo de la cual se espera que el espacio deje de tener una geometría clásica. Una medida inferior previsiblemente no puede ser tratada adecuadamente en los modelos de física actuales debido a la aparición de efectos de gravedad cuántica. La longitud de Planck forma parte del sistema de unidades natural, y se calcula a partir de tres constantes fundamentales: la velocidad de la luz, la constante de Planck y la constante gravitacional. Equivale a la distancia que recorre un fotón, viajando a la velocidad de la luz, en el tiempo de Planck. El principal problema que tiene la gente en el momento de enfrentarse a la mecánica cuántica, reside en nuestra suposición inconsciente de que las cosas se comportarán de la misma manera en el mundo cuántico que como lo hacen en el mundo normal de nuestra experiencia diaria. Nuestra intuición sobre cómo deberían comportarse las cosas se apoya en nuestra experiencia con objetos enormes que se mueven a velocidades normales. No existe ninguna razón para esperar que, cuando observamos objetos muy pequeños u objetos que se mueven a velocidades muy altas, éstos se comporten de igual manera que lo hacen los objetos con los que estamos familiarizados.
En el mundo cuántico no es posible contemplar nada sin afectarlo. En la mecánica newtoniana, suponemos que podemos ver algo como una bola de billar o la Tierra sin modificarla. Eso se debe a que, cuando observamos una bola de billar, las ondas de luz que rebotan contra ella y vuelven a nuestros ojos son tan infinitésimas que podemos estar seguros de que no puedan afectar la bola de ninguna otra manera.