Hay dos preguntas que me hace la gente de forma recurrente.
Una es cuándo nos quitamos de encima a este facineroso.
La otra, cuando les comentas que a lo peor no lo logramos antes del verano de 2027, que es la fecha en que Sánchez está obligado por ley a convocar elecciones generales, es si no hay manera de echarlo antes.
He estado dándole vueltas y como me niego a seguir soportando a esta cuadrilla de ladrones otros dos años y medio, se me han ocurrido un par de cosas.
No dependen de mi, aunque desde Periodista Digital vamos a hacer campaña a favor, pero creo que cualquiera de ellas o ambas combinadas tumbarían al marido de Begoña y a su patulea.
La primera es espectacular, traumática, de enorme impacto mediático pero exige el concurso combinado de PP y VOX y el valor de asumir riesgos, algo no muy del gusto de algunos políticos del centroderecha.
Bastaría que un día de estos, enumerando las tropelías, las violaciones de la Ley, las claudicaciones ante golpistas o proetarras y la vulneración sistemática de las reglas de juego democráticas, Feijóo y Abascal ordenan a sus diputados abandonar al unísono el Congreso y anuncian que no volverán a sus escaños hasta que se convoquen elecciones.
El escándalo internacional iba a ser mayúsculo, la crisis institucional alcanzaría cotas siderales y la presión sobre el amo del PSOE sería inclemente.
Me da a mi que el traidor no aguantaba el caos los 900 días que asegura va a seguir disfrutando del Falcón y de los chupetines.
Otra opción que, tal como se están perfilándose el escenario, también funcionaría y parece incluso más probable es que los jueces asuman de una vez por todas la función que les asigna la Constitución y vayan de frente contra Cándido Pumpido y su recua de comisarios sanchistas.
Los magistrados del Tribunal Constitucional, que son nombrados por los políticos, corrigien a favor del PSOE las sentencias del Tribunal Supremo.
Lo hacen, como hemos visto con la estafa de los EREs, plenamente conscientes de que sus resoluciones son injustas y contrarias al Derecho.
Aprovechando la flojera y ciertos complejos de los populares, Sánchez y su recua se las arreglaron en su día para articular a su gusto el Constitucional y ahora tienen a Cándido para que les saque las castañas del fuego.
Y antes de que el paisano lo haga con Begoña, con el hermano músico, con el prófugo Puigdemont y con los malandrines del atraco de las mascarillas, los excelentísimos señores del Supremo, sus vuecencias, deben poner pie en pared, acusar de prevaricación a Cándido y tumbar el tinglado.
Y que salga el sol por Cartagena.
Nuevas elecciones y al trullo los mangantes.