El árbitro de la final de la Copa del Rey, De Burgos Bengoetxea, no pudo contener las lágrimas al revelar el dolor que atraviesa su familia.
Durante una entrevista, confesó que su hijo sufre en el colegio porque otros niños lo acusan de ser "hijo de un ladrón", refiriéndose a su trabajo como árbitro.
Visiblemente emocionado, De Burgos afirmó que intenta educar a su hijo en valores de honestidad y respeto, asegurándole que su padre es honrado y se equivoca como cualquier deportista.
Su objetivo, dijo, es que su hijo esté orgulloso tanto de él como del arbitraje en general.
Por su parte, Pablo González Fuertes, árbitro de VAR en la misma final entre Barcelona y Real Madrid, denunció la creciente ola de insultos y amenazas en redes sociales, impulsadas por la actitud de clubes, jugadores y medios oficiales.
González Fuertes advirtió que esta hostilidad no solo daña a los árbitros profesionales, sino también a los jóvenes que empiezan en el arbitraje, fomentando un ambiente de violencia y desprecio en el deporte.
Ambos árbitros hicieron un llamamiento urgente a la reflexión para proteger la salud del fútbol y devolverle el respeto que merece.
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