Cuando se piensa en Pamplona, es casi inevitable que la mente no viaje al ritmo del cohete del Chupinazo, al bullicio de los encierros o al aroma inconfundible de los pinchos en una barra rebosante de habitantes. Y aunque estas imágenes son, sin duda, parte esencial del alma pamplonesa, quedarse solo con ellas sería como hojear un libro sin detenerse en sus páginas. Porque Pamplona es mucho más que fiesta, toros y gastronomía. Es una ciudad que guarda en cada rincón la huella de su historia, de sus gentes y de un espíritu que abraza al visitante con una calidez inesperada, y que, por supuesto, se considera una de las mejores ciudades para vivir en Europa.
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