La exigencia de Putin de que Ucrania renuncie al Donbás —territorio que Rusia no ha conseguido ocupar plenamente desde 2014— constituye una línea roja infranqueable: ningún gobierno ucraniano podría aceptar semejante cesión sin poner en riesgo su propia supervivencia política.
Ucrania mantiene un vínculo moral profundo con ese territorio, defendido con tenacidad desde el inicio de la guerra. Unidades como Azov, Kraken o los Lobos da Vinci, nacidas como milicias en 2014, se transformaron en la élite de su ejército precisamente por su lucha contra Rusia y sus fuerzas aliadas en esa región. Para Volodímir Zelenski no se trata sólo de una cuestión de voluntad: ceder el Donbás es políticamente inviable. Una renuncia así provocaría una rebelión en las calles y el rechazo de gran parte del ejército. Ucrania podrá mostrarse flexible en otros aspectos de una negociación, pero nunca en ese punto. Reconocer la pérdida del Donbás significaría una fractura interna insalvable: ningún líder ucraniano sobreviviría políticamente a semejante concesión.
