En una descripción dramática, Farah explica como la excesiva secreción de una hormona llamada cortisol (asociada con el estrés) hace que "los chicos pobres tengan subdesarrolladas sus habilidades del lenguaje, dificultades en recordar eventos y estímulos, guardar y cambiar información durante algún tiempo y poder resistir la atracción de estímulos inmediatos para poder maximizar beneficios de largo plazo". Estas limitaciones impactarán luego en el pobre rendimiento escolar y seguirán restringiendo la posibilidad de que ese niño se convierta en un adulto que pueda imaginar y construir un proyecto de vida. Durante muchos años, la investigación predominante sobre la relación entre nutrición y pobreza ha puesto énfasis en el daño cerebral irreversible producido por la carencia de nutrientes adecuados durante los primeros años de vida.